Almendros como nubes blancas de dehesa enigmática
tamizan una lenta lluvia de pétalos,
sin más paraguas que el almizcle a néctar
el sordo zumbido de la abeja que melifica.
Hebras de finas raíces que tejen con su savia
flores escarchadas,
como cristalinos ríos que al morir en la mar
cosen átomos de vapor en la órbita de hojalata de la luna blanca,
con la aguja dorada forjada en la candente fragua del sol.
j. mariano seral
Floración
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