A por pomas

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Este año el sequero de los meses estivales mermó el radio de las esféricas pomas, como el prestamista limaba virutas de oro de las monedas. Su menudencia me llevó a mis años de niñez cuando todavía vivía en el pueblo. Recuerdo que me sentaba junto a otros niños en unas escalerillas frente a casa de la señora Trini, que nos obsequiaba con unas ricas manzanas carmesí pequeñitas, todavía me parece masticar su dulzura. Después de la degustación para amenizar la mañana, les dábamos de comer a las gallinas. La señora Trini llevaba un pozal de hojalata colmado de cebada y maíz. Cuando entrábamos en el corral, llamábamos a las gallinas, “titas, titas, …” mientras les arrojábamos puñados de cereal, ellas, acudían prestas, picoteaban con algarabía el rico manjar cacareando, después nosotros aprovechábamos para recoger con delicadeza en una cesta de mimbre los huevos en el gallinero.
José mariano seral