Mis padres, mis abuelos, fueron labradores; eran otros tiempos, eran economías de autoconsumo, se laboreaba un poco de cada cultivo. Todo se aprovechaba, nada se desdeñaba. Mis padres vivieron la mecanización del campo, ese paso de la economía de subsistencia, a la economía capitalista, en la cual era necesario obtener unos beneficios, una rentabilidad.
Por tradición, por apego a mis antepasados, por el cariño al campo, sigo realizando alguno de estos trabajos. En los periodos de asueto la aguja del raíl se sitúa en el contrapunto de mis ocupaciones diarias, cambio el suave tacto del folio en blanco, la luz de neón blanca, por el centellear del amanecer al pie de la Sierra Guara, hoy rodeada de pequeñas barquitas a remo, se respira fragancia almendrada.
j. mariano seral
La recogida del fruto
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