Volver al redil

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Cuando el sol ya sosegado, colgaba el candil de luz blanca de la luna en la órbita elíptica, se escuchaba una melodía campanil de esquilas y cuartizos in crescendo por las callejuelas del pueblo, al regresar el rebaño a la majada con almizcle a tomillo, a romero, a mies…, en las hebras de su lana.
Mi padre abría el redil de los corderitos para que saliesen, entre una gran ovación de balidos, al reencuentro de sus madres. Copito era uno de los más veloces, pero había otros que se equivocaban de ubre y la oveja se negaba a amamantarlo, era necesario ayudarle en el reencuentro como a un niño desorientado, madre e hijo se reconocían por su aroma. En la penumbra, sus pupilas brillaban como azabaches engarzados en la noche de Casiopea.
j. mariano seral