Cuando tan solo era un niño de seis años, recuerdo que ayudaba a mis padres en la faena de la vendimia.
Masticaba la prensa de jaula las brisas de uva, mientras silabeaba con voz metálica clic-clac. Yo quería ayudar y me asía a la barra acerada, a la cual apenas llegaba y me tenía que poner de puntillas, a pesar de mi esfuerzo por ganar altura, era arrastrado como el sujeto por el verbo en la oración simple, entre los adjetivos dulzones que impregnaban el zaguán con su almizcle. El mosto manaba alegre por la regaifa. Por las escaleras bajaba de la cocina la fragancia a mostillo. En las jambas del portón de entrada, esperaban las uvas pacientes para ser pisadas, las abejas revoloteaban animosas libando el duce néctar.
José mariano seral
Vendimiar
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