Viernes creativo con Ana Vida. (imagen: castillo imposible de Jim Kanzanjian)
Un mundo un poquito mejor (por j. mariano seral)
En la lejanía tras el florido bosque, al amanecer se vislumbraba unas columnas jónicas con volutas de humo, que parecían sostener la cúpula celeste sobre las verdes copas del hayedo, Manuel, a sus doce años siempre sintió curiosidad por saber el origen de dichas pilastras, mas sus padres le tenían prohibido acercarse al castillo. Un día de primavera entre sus juegos de infancia, correteando entre los altivos árboles, sucumbió a su curiosidad y se acercó al castro. Se aproximó con sigilo hasta uno de los ventanales, reptando como el reptil huidizo temeroso de ser descubierto y miró furtivamente a través de la fulgente vidriera. Esperando ver un aquelarre de hechiceras entre humeantes calderos de cobre, cual fue su sorpresa al ver que en aquellos hornos brotaban las flamígeras llamas sobre una masa etérea, bajo ellas no había negro carbón, ni leña, ni combustible alguno. Manuel mientras observaba el crepitar de las llamas, se sobresaltó al sentir el peso de una mano sobre su hombro izquierdo. Era Amir, le dijo que no se asustase, con voz afable le invitó a descubrir el misterio que albergaba tras aquellos recios muros. Amir le manifestó que eran los hornos donde se calcinaba el mal para que naciese el bien. Aquella misma noche se echaron a la mar y navegaron en su barcaza de puerto en puerto con una enorme botella de vidrio verde, donde recogía la maldad de los pueblos y al amanecer la quemaba en los hornos de sus castillo, convirtiendo el mundo en un poquito mejor.