Hiende el filo acerado del pico en la tierra reseca del camposanto, soñoliento bosteza bocanadas polvorientas. Se desmiga el hueso del cráneo anónimo que se funde con la tierra, como el atardecer en el crisol de la mar. Al pie de la fosa se teje el manto replegado que arropará el esqueleto, del cual se despoja el alma en su viaje sin maletas.
Entre los cipreses avanza con pasos lentos el cortejo fúnebre, zapatos de charol, corbatas negras y pétalos amarillos visten el luto.`
Palea con ritmo tristón Henri, el enterrador, entre lágrimas ajenas. Terrones que tamborilean sobre el féretro de nogal que hieren el silencio de una despedida, de un espérame en el cielo.
José mariano seral
Foto de: Judith Joyce Ross
Sin lápida
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