Sembrar para recoger

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El sol de invierno doblega la huerta escarchada, como la mano del herrero el rígido hierro en la candente fragua.
Trazo el surco rectilíneo con la ayuda del cordel, como verso en hoja de vitela. Coloco equidistante con la yema de mis dedos la frágil semilla en la hendidura, como el verbo en la oración que le da vida a su corazón.
La azada con sus labios acerados recita su copla en rima metálica mientras envuelvo la simiente, en compás de espera de que germine en el vientre de la tierra y de buen fruto.

j. mariano seral