Las cepas de troncos ensortijados por la fragua del sol y el yunque de la luna. Las plantó mi padre cuando tan solo eran frágiles vástagos, con sus manos encallecidas por el arduo trabajo del campo que le tocó vivir. Las flores amarillas, llegaron como los nidos de barro de las golondrinas bajo los maderos de la techumbre del aprisco.
Los dedos sarmentosos de los pámpanos las protegen de la escarcha que deja el cielo estrellado.
El filo hambriento de la azada reprime darles un bocado año tras año, dejándolas recitar sus versos de pétalos, en la última rima caen la semillas junto al leño de la vid, dormitan hasta que el gorjeo del petirrojo las despiertan por primavera.
José mariano seral
Sarmientos y flores
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