Ruta circular por el Huevo de Morrano

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Ruta circular por el Huevo de Morrano

Ruta circular Huevo de Morrano

Ruta circular Huevo de Morrano

Amanece, los primeros destellos solares abrazan con timidez el voluptuoso cuerpo de la sierra Guara, que se ruboriza. La suave brisa matinal barre con su escobón etéreo el cielo azul, en un rincón amontona  el sonido de las esquillas de un rebaño blanco de ovejas, que pasta sosegadamente en el dorado rastrojo. Tomo asiento en el pétreo crucero de la plaza de Morrano, en busca de adjetivos y adverbios que se amarren entre el sujeto y el predicado, al igual que las glaucas hojas en las frágiles ramitas del roble, con la finalidad de describir esta excursión. Transgredo las normas de la escritura, que dictan que hay que ir al grano y omitir la paja, el paisaje con su colorido cambiante, con el sordo zumbido de las abejas que melifican, con el incesante chirriar de las cigarras bajo el ígneo sol, con el sutil aleteo de las mariposas…, forman parte de ese mundo poético que en ocasiones pasa desapercibido, quizás para unos sea  paja, para otros grano.

Para arribar a la bonita localidad de Morrano desde Huesca, tomaremos la N-240, a la altura del Estrecho Quinto seguimos por el vial que nos indica Loporzano; antes de llegar a dicha población continuamos por la A-1227, carretera que no abandonamos hasta arribar a Morrano. Estacionamos  nuestro vehículo en el parking que se sitúa unos metros antes de llegar a dicha localidad, en las inmediaciones de un olivar.

Como en todas las excursiones que realizamos llevamos la indumentaria adecuada: botas de montaña, bastones, agua, móvil, mapa, protección solar, chubasquero,  etc.; y siendo siempre conscientes de nuestras condiciones físicas.

Tomamos la pista dirección noreste, entre carrascas, y algún campo de labor, poco a poco va perdiendo altitud y hace acto de presencia el pino silvestre. Entre el arbolado podemos ver dos pequeñas atalayas que se utilizan en  la caza, elementos que nos indican que debemos evitar los periodos de caza mayor para realizar este recorrido.  Al norte una senda nos llevaría al salto de Trensús,  observamos los crestones rocosos de tonalidades grisáceas de la caliza con alguna pincelada rojiza. A mano derecha descendiendo unos metros, se emplaza el Solencio de Morrano, tiene un desarrollo topográfico entorno a 300 metros,  en la entrada hay una zona inundada. Continuamos por la pista que discurre entre pinos y alguna carrasca. Llegamos a un cruce de caminos, al este nos indica el castillo de Naya, dicha pista enlaza con Pedruel. A partir de este punto el vial coincide con el  Camino Natural del Somontano. El arbolado se va espesando, dando lugar a zonas de umbría en las cuales prolifera  el musgo y el boj. A mano izquierda una senda da acceso al barranco de la Peonera, ruta muy concurrida en la época estival por los barranquistas. Nosotros continuamos  dirección sur. La pista ascendente desemboca en un ensanche de planta circular, que permite dar la vuelta a los vehículos que están autorizados a circular por esta zona. Seguimos una senda dirección norte, que va ganando altitud entre carrascas, boj y pinos, de repente tras cambiar de la vestida vertiente norte a la agreste vertiente sur, como si se tratase de  un telón en un escenario de un  teatro que se abre ante nuestros ojos, admiramos el Huevo de Morrano. Se trata de una formación rocosa compuesta por estratos horizontales, los de mayor dureza protegen a los más débiles. Seguimos caminando a sus pies, contemplando las buitreras,  los excrementos blanquecinos en sus entradas delatan su enclave. Citamos un fragmento del libro de Lucien Briet, Soberbios Pirineos: “impresionante farallón, semejante a una cortina cóncava y que presentaba una torre en cada uno de sus extremos. La más extraordinaria de ellas, dominaba el cauce del Alcanadre y una titánica tronera, cortada en ángulo recto, la separaba del resto de la pared”.  Dejamos a mano izquierda una senda que nos llevaría a la fuente de Tamara. La vegetación se va mermando debido a que la capa de tierra fértil va disminuyendo, caminamos sobre estratos de roca, unos de conglomerado y otros de arenisca.  Tras subir un ligero repecho, nuestra vista contempla la belleza de la población de Morrano. Unos barranquistas están preparando sus mochilas para dirigirse al barranco de la Peonera.

Pasamos por las inmediaciones de unas parcelas de olivos, alguno de ellos de gran diámetro. Nuestra mirada se detiene en la iglesia de San Pedro, de origen románica del S. XII y modificada en los S. XVII y XVIII; observamos su parte posterior, el ábside semicircular de sillería recrecido con ladrillo y la torre de planta cuadrada de sillería, el último cuerpo también de ladrillo,  con alguna formación geométrica que le da un cierto carácter mudéjar. La entrada de la parroquial, orientada al oeste bajo arco de medio punto protegida por un atrio. En la vertiente sur alguna casa adosada.

Nuestros pasos nos llevan hasta la plaza Mayor donde contemplamos un crucero, la base de trazado circular escalonada  de sillería, sobre esta un podium de planta cuadrada,  el fuste reconstruido y rematado con una cruz de forja.  Continuamos caminando  por la calle Mayor, pasamos por las inmediaciones de casa Calvo,  en la cual se hospedó Lucien Briet en el año 1.908. Nuestra mirada se detiene en una vivienda de zócalo de sillería, muros de tapial, cadenas de sillería y puerta bajo arco rebajado, nos llama la atención las molduras de la ventana, las cuales estar ornamentadas con testas humanas, también hay una vacía hornacina. Frente a esta construcción una balsa que hoy permanece sedienta, deja a la vista del visitante su pétreo vaso.  Continuamos por un camino ribeteado por muros de piedra seca, entre campos de labor, algunos yermos, otros cultivados. En pocos minutos llegamos de nuevo al parking en el cual habíamos estacionado nuestro vehículo.

j. mariano seral