Los gráciles gorrioncillos revoloteaban y se cobijan de las gélidas temperaturas matinales en un recoveco bajo la techumbre de los porches, mientras esperan impacientes a que Yan corra la verja de su bar que chirría con acritud. Llegan los primeros clientes, unos papás con sus tres hijos y sus nuevos juguetes. Toman asiento en el velador entorno a las confortables llamas de una estufa, para entrar en calor acercan las palmas de sus manos, mientras Yan les sirve con diligencia unos tazones de loza con leche y galletas María para los niños y unos cafés que desprenden unas voluptuosas columnas aromáticas para los padres. Luisito, uno de los retoños, con sus deditos desmenuza una de las galletas en miguitas y las arroja al suelo, su mamá le regaña, hasta que se percata que los pajarillos emprenden un vuelo vertiginoso descendiendo para picotear con gran algarabía las miguitas como si fuesen un preciado manjar, es en ese momento cuando Adela, su mamá, cambia la expresión de su rostro en una amplia sonrisa y recuerda que así son los niños, que esperan con ansia los juguetes que les traen los Reyes Magos y una vez que rasgan el envoltorio de la ilusión contenida, unas horas después se olvidan de ellos y juegan con cualquier otra cosa aunque sean unas humildes miguitas.
Eso sí, Luisito y sus hermanitos siempre recuerdan la gran ilusión con la que esperan año tras año la llegada de los Reyes Magos, al igual que sus papás aguardan ver la expresión de sorpresa de sus niños al recibir los regalos.
¿A caso la vida no es tener ilusión?
j. mariano seral
Fotos: j. mariano seral, Cabalgata de Reyes en Huesca