Detener el estruendo del motor del tractor, el maullido de la motosierra…, para escuchar el batir de las hojas del nogal, del roble, mecidas por la suave brisa…, atender al canto del petirrojo, como el marinero que para el motor de su falucho para oír la mar.
En lontananza el grácil tintineo campanil de las esquilas de un rebaño que se aproxima. Con el tictac de las agujas del reloj de sol, te ves inmerso en mitad de él, te impregna su almizcle a romero, a tomillo… No es fácil conducirlo, solo atienden a la voz de su pastor. Conocen las cañadas, los campos, los pastos y como el niño que se le pone de primero un plato de borrajas y sabe que de postre hay pastel de fresa, ignora las verduras, parece ser que las ovejas muestran la misma conducta, no quieren saber nada del ricio del almendreral, permanecen detenidas como esculturas de alabastro, ya que prefieren la jugosa alfalfa de la parcela a la cual saben que irán.
José mariano seral
Pastoreo
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