El armazón de cañas que cimbrea los barrigudos tomates, las judías verdes, se comienza a desmontar, como el otoño deshoja pétalos de primavera, para dejar libre la huerta y el hortelano hendir la reja acerada en la tierra dejándola mullida. Arrinconados permanecen los cardos de Navidad, las borrajas, las coles de invierno… En el muro de la huerta, no puedo evitar mirar una puerta cegada, en la jamba izquierda sobre un sillar de arenisca anclada una argolla oxidada, en la que se ataba tal vez a Platero. Por unos instantes siento que mi mirada también permanece anudada a ella como las hebras de la maroma.
José mariano seral
Paseo dominical entre huertas
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