Cuando tan solo era un niño de seis años, recuerdo que bajaba con mis padres a comprar a Huesca a los comercios que se enclavaban próximos a la plaza de Santo Domingo, y aparcábamos en las calles aledañas. Algunas veces me asomaba por un murete que servía de frontera entre el asfalto de la ciudad y la tierra de huerta. Y contemplaba entusiasmado, donde hoy se emplaza el Parque de la Universidad, el entramado de cañas como si fuesen el armazón de tiendas Sioux, en las cuales se encaramaban los tomates barrigudos, las judías verdes, mientras las calabaceras reptaban con sus vistosas flores amarillas. Se alineaban las ensaladas en perfecta formación, paralelas a las matas de patatas, elegantes, ataviadas con sus ramilletes de flor blanca. Tampoco faltaba la albahaca símbolo de la ciudad.
José mariano seral
Parque Univerdidad
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