– ¡Siento mi estómago un tanto pesado! Será debido a esta dieta tan arisca a base de facturas de fin de año cerrando el ejercicio. Echo de menos las felicitaciones de Navidad a rebosar de buenos deseos y prosperidad para el año entrante, esas cartas a los Reyes Magos con letras irregulares, desalineadas, pidiendo unos juguetes que muchos de ellos se han extinguido, reemplazados por pantallas táctiles y circuitos electrónicos. Pero las que más echo de menos son las cartas románticas, con el sabor acaramelado de un ¡te quiero!, un ¡no puedo vivir sin ti!, ¡siempre serás mi amor platónico…!
La curiosidad se hizo dueña de mí y quise enterarme que es lo que ocurría, no tuve ningún reparo en poner la oreja y comencé a escuchar las conversaciones de los viandantes, primero hablaban del correo electrónico, me sentí suplantado, aunque tuvieron por lo menos la deferencia de ponerle en mi honor como primer nombre el mío ,”correo”, eso sí le añadieron el apellido de “electrónico”. Poco después se popularizó la palabra WhatsApp, yo me llevé las manos a la cabeza: “¡mensajes que llegan en unos segundos a su destinatario!” y lo sorprendente de todo esto era que veía hasta a las personas mayores hablar de él.
-¡Bah! Dirán lo que quieran, pero han perdido el romanticismo de las cartas manuscritas en el buzón del portal de tu casa, del suave tacto y aroma del papel, de esa letra que adquiere la coreografía del corazón y alma del remitente.
José mariano seral
Monólogo de un buzón
Comentarios desactivados en Monólogo de un buzón