Martes 14, diario de poda

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Hoy la niebla levantó su muralla portátil de átomos líquidos, bajo al castillo de Montearagón. Sus arqueros disparaban flechas de vértice escarchado, que no lograban alcanzar los pueblecitos alzados sobre el pedestal del pie de la Sierra Guara, que los acerca un poquito más al sol.
Los cajicos resplandecían, sus hojas caducas ya doradas, permanecían en las ramas sarmentosas, desafiaban al otoño que ordenaba su caída, desafiaban a la lluvia que las instaba a ser gondoleras de verdes sembrados. Solo cuando broten las nuevas, será entonces cuando caerán en un vuelo lento.
Los nidos de barro y paja permanecían silenciados como las aulas del colegio en vacaciones. El pájaro carpintero, con su pico gubia, en la segunda intentona dio por finalizada su morada de verano en el almendro más longevo.
Caía la rama en la poda, como frase superflua tachada en el borrador de novela, en alguna de ellas aferrado el fruto olvidado, que ha resistido a las embestidas del galeón del cierzo que cruje con cien cañones por banda, ha resistido a la lluvia fina que lame y lima su vaina como el sol el carámbano.
José mariano seral