Acodarse en el alféizar de la ventana con vistas al campo, abrir con delicadeza con la yema de tus dedos la contraventana de su poemario, de ese poeta que siempre te brinda nuevos versos, que desconoce el bloqueo creativo, cuya tinta es la savia que tiñe los pétalos escarlatas acampanados de la granada, su fragancia acentúa su esencia como tilde sobre verbo. Mientras, el olivo, en arpegio, recita estrofas con labios de flores blancas, que como diminutas pompas de jabón en el aire, forjan bolitas de cristal de Murano vintage, que viajan en el tiempo sobre hojitas que simulan góndolas en un mar de nubes.
josé mariano seral
