Paciente, sin más agujas que la luna de nieve, teje el rocío sobre las hebras de seda, como el orfebre la gargantilla diamantina para la distinguida dama. Florece el membrillero, mientras canturrean alegres los gorrioncillos entre el zarzal. Crece el ajo a cuál más tieso, como el tenor de La Traviata sobre el escenario del Teatro Real.
La pileta del agua de las gallinas reconvertida en jardinera de crisantemos, me saluda con la sorna que le caracteriza al verme entrar un sábado más: ¡Vuelve la mula al trigo!
j. mariano seral
Luna de nieve
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