Se escucha el atenuado balido de las ovejas difuminado por el sonido eléctrico de las máquinas de esquilar, cada una de ellas espera su turno con cierto recelo, de vez en cuando te miran con sus centelleantes pupilas azabaches, como pidiendo una explicación de aquello que acontece.
Yo mientras contemplo como realizan la dura faena con destreza, recuerdo haber colaborado en mi juventud en esta tarea trabando las reses, ahora ya no es necesario, cada esquilador se acerca a una de las ovejas y la sujeta ayudándose de las piernas y comienza con presteza el trabajo de cortarles el manto de lana en una única pieza, impregnado con las suaves fragancias del campo.
j. mariano seral
Los esquiladores. Coscullano 06/06/20
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