La aliaga

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Cose paciente con su aguja baquetera y hebra de oro arrellanada en la silla de enea del ribazo, como si fuese el lomo de un poemario, hojas de versos bucólicos.
Cada tinte contenido en el verbo de la semilla, tras germinar declama su égloga como ópera de Virgilio.
La yunta tira lenta del brabán Ajuria, dando labios escarlatas al barbecho.
El hombre de hojalata con su regadora de zinc,  tamiza la fina lluvia de abril bajo los colores del iris que se curvan en la fragua del sol, como hierro de herradura en el yunque, mientras el trigal vigoroso reverdece.
j. mariano seral