Entre manzanos

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Tierras domesticadas a golpe de azada y de “estralela”, en manos encallecidas del labrador. Como en el juego de infancia: “un, dos, tes, chocolate inglés”, cuando te das la vuelta, han crecido tres chopos, dos zarzales  y una aliaga con afiladas agujas amarillas.
Uno de los manzanos hastiado de ser siempre el mismo frutal, curva todas sus ramas como una escultura forjada en la candente fragua, simulando ser una ola petrificada salda de mar, burlándose del cierzo a su paso. Su compañero de huerto que lo contempla, se une a la representación y erige sus ramitas como pequeños periscopios de submarino, para contemplar la nieve de la Sierra Guara tras los robles ya amarillos y dorados.
José mariano seral