Se agolpan las hojitas secas del viejo membrillero en el ribazo, como oropeles tras el multitudinario desfile de carnaval. La campiña se desprende de su antifaz otoñal.
Las gotitas de rocío centellean engarzadas en las gramíneas, como bailarinas de ballet en pose de óvalo sobre el escenario.
Siento bajo mis pies la tierra mullida, su fragancia a huerta recién arada, cojo un puñado y entre las yemas de mis dedos percibo el vivo latido del campo.
josé mariano seral
El viejo membrillero
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