En una mañana soñolienta otoñal, tras el cristal de la escuela atrona la voz del silencio. Lame el Sol con su lengua de trapo las lágrimas de la soledad, que deja la noche escarchada sobre la teja amarilla de barro cocido. El encerado de verde cetrino descascarillado sobre la pared de salitre y la tiza blanca, yacen encuadernados en el retrato en blanco y negro. En su fachada una placa cerámica, como verbo hendido entre los sillares despierta la melancolía.
Mis pupilas continúan con la lectura de las sílabas de dovelas y adobes, hasta detenerse en el punto final de una herradura oxidada.
j. mariano seral
Despoblación
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