Arcadio siempre fue un muchacho amigo de la guasa. Cuando terminó a trancas y barrancas el bachillerato, sus padres le lanzaron un ultimátum:
– ¡Hijo!, o sigues estudiando o te pones a trabajar.
Por esas fechas a Arcadio no le seducía ni una cosa ni la otra, tras el severo acoso al que se veía sometido por sus progenitores, para acallar sus pláticas no se le ocurrió otra cosa mejor que acercarse a la Oficina de Empleo y apuntarse para las ofertas de funambulista.
Su padre le regañó: – ¡Vaya ocurrencia la tuya!
Pero para la sorpresa de Arcadio, transcurrida una semana lo llamaron para que se presentase en el Circo la Luna. Cuando acudió a la entrevista, le tuvo que confesar al empresario circense que no tenía ninguna experiencia como equilibrista, ni conocimiento alguno del oficio. Pero aun así le contrató. Arcadio pronto se percató que algo debió influir su padre, ya que poco tiempo después tuvo conocimiento de que su padre y el empresario circense eran viejos conocidos.
Se incorporó con alegría al Circo la Luna, no por el entusiasmo de haber encontrado empleo, o porque su padre se hubiese salido con la suya, sino porque al salir de la entrevista, en la pista numero tres, vio a Eritrea haciendo juegos malabares y quedó prendado de su belleza.
Hoy Eritrea y Arcadio son pareja sobre la sirga bajo la lona y en el viaje de la vida, la felicidad es la pértiga que les da el equilibrio.
j. mariano seral
Fotografía: Alejandro Iglesia
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(Mi aportación para “EL VIERNES CREATIVO” elbicnaranja)