Las pilas de aceite.
Artemio, tras levantar su cayado fustigando el aire, anticipando de este modo la dirección que íbamos a seguir, continuó enseñándonos su viejo caserón. Cruzamos el patio, admiramos el suelo empedrado con bonitos mosaicos, simulando una flor con sus pétalos dispuestos entorno a los estambres, cuyas teselas eran grisáceos cantos rodados del río. Ver más