Mientras Adela fregaba la loza tras la comida, Chispitas maullaba frente a la puerta que daba acceso al corral, en pose erguido como una soprano en una ópera de Verdi, hasta que Alela la dejaba salir.
Cuando volvía Pepito del colegio le preguntaba a Adela, al ver que no andaba por la casa ni por el corral:
– ¡Mamá! ¿Dónde está Chispitas?
– Habrá ido al monte a cazar.
– ¿Al monte? – Preguntaba Pepito con mirada absorta de búho.
– Sí hijo, los gatos también cazan por el campo.
Al anochecer se escuchaba a Chispitas arañar tras la puerta hasta que Adela se la abría. La gatita se acercaba a la cadiera del fogaril y de un salto con la agilidad del lince, se subía al regazo de Pepito y se acurrucaba entre sus brazos buscando el cariño de sus caricias.
José mariano seral
Chispitas
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