Zarek a sus cincuenta años cuando llegó a Cracovia, se compró por Amazon una pala Bellota de hoja estampada y mango de fibra para abrirse camino entre el cristalino manto blanco, pero ese año nevó en toda la ciudad menos en su plaza que apenas se tiñó de blanco. Al año siguiente, en febrero, quiso estrenar la pala y plantó diez árboles de bolas de nieve en el jardín de su casa.
Cuando llegaron las siguientes Navidades, su buzón se cubrió de blanco pero no de nieve, sino de un aluvión de postales que recibió.
Zarek poseía la facultad de sacar de las personas lo mejor de ellas, su lema era que había que quitar esa corteza egocéntrica con la que les vestía el ajetreo de la dura vida diaria que les curtía y que les hacía prisioneros de sí mismos, por eso decía que los niños eran pura bondad al carecer de esa piel. Bueno de vez en cuando Zarek matizaba: – No te negaré que en alguna ocasión he tenido que utilizar mi pala Bellota, para excavar un túnel hasta llegar a la veta bondadosa de algunos adultos.
Siempre contaba con su voz de Leonard Cohen que no había que perder ese espíritu de dulzura del niño que se lleva dentro y que había que soñar con una sonrisa en los labios.
¡Feliz Navidad para todos!
j. mariano seral
Camino de Salas
Pasear entre huertas soñolientas
esperar el instante preciso
en el cual el Invierno se posa
sobre los ñudosos dedos del nogal,
hacer un silencioso clic
que acciona el parpadeo
captando el momento en la retina.
j. mariano seral