Cambio de hora

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Cambio de hora

Los animados cánticos de un grupo de jóvenes en la vía pública que imitaban a Camilo Sesto, entonando con gran pasión la canción de Melina,  me sacaron de la fase de sueño REM, remoloneando estiré mi brazo izquierdo sacando mi mano de entre el gurruño de sábanas de seda, las yemas de mis dedos todavía en duermevela  tantearon sobre la suave superficie de cristal de la mesilla como pequeños tentáculos hasta que dieron con el smartphone, miré la hora  en la pantalla, mis pupilas tardaron unos segundos en aclimatarse y logar enfocar y ver que eran las 02:15, pero una duda me asaltó, ¿era la hora nueva o la hora vieja? Murmuré, “alguna desventaja tenía que tener que se cambiase la hora de forma automática”. Los jóvenes continuaban con el repertorio de Camilo, ahora cantaban “Morir de amor” y debo reconocer que no lo hacían nada mal. Sin encender la luz, con sosiego, eché el pie sobre el cálido suelo de parket y me acerqué hasta el viejo reloj de la abuela, que quedaba en la penumbra ambarina de la farola de la calle para que me sacase de la duda, no pude evitar sonreír al tener que recurrir a la vieja tecnología para saber en qué hora me hallaba.

j. mariano seral

Fotografía tomada en el Museo Ángel Oresanz en Sabiñánigo (no es el reloj del relato).