Como disco de vinilo tras el reflejo del vidrio del escaparate, se exhibe la cabina telefónica en la Plaza Zaragoza.
Añora esos tiempos en los cuales incluso fueron protagonistas en los fotogramas cinematográficos.
Echa de menos hilvanar: verbos, adjetivos, pronombres…, en hebras de cobre. De vez en cuando habla con su amigo el Buzón de Correos, que le cuenta que él siente nostalgia por las cartas manuscritas.
Cuando el sol dormita a la luz del candil de la luna blanca tras la fachada modernista del Casino, la Cabina susurra como si fuese una nana:
Me quedé encallada en la arena dorada de la playa como el Barco de Chanquete, mientras los smartphones soltaron amarras.
j. mariano seral
Cabina telefónica
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