Tiro del tallo ya dorado, la tierra amansada por las lluvias de nubes centelleantes, abraza a su amado fruto nacido de sus entrañas. Me ayudo en el trance del azadón de afilados labios acerados, que besa el surco. Vuelvo a tirar del tallo, en las raíces del ajo que son las hebras que tejen pacientemente el fruto, aferrados terrones de tierra temperosa, como ardientes rescoldos de carmín de despedida de la amada Tierra.
Las yemas de mis dedos despiertan su fragancia, que se mece como verbo en verso en la atmósfera calmosa bajo la flor escarlata acampanada del granado.
Son los ajos que crecieron en mi ausencia, confinados entre frágiles pétalos de margaritas y amapolas.
j. mariano seral
Arrancar los ajos
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