(Texto inspirado en una foto tomada hoy en una calle del casco de Huesca)
Resonó el estrepitoso eco metálico del llamador entre los aperos de labranza que dormitaban en el zaguán, como un trueno en el Cañón de Añisclo que desataba la tormenta. Adelaida bajó renqueante escalón a escalón, apoyándose con la mano derecha en la barandilla de hierro forjado, mientras con la izquierda se alumbraba con un candil de aceite. La silueta de su sombra ambarina agigantada titilaba en la pared del patio encalada, como si fuese la pantalla del cine. Volvió a sonar el llamador silabeando con timbre ronco. Adelaida grito con voz de ortiga desde el último escalón: – ¿Quién va?
José mariano seral
Anacrónico
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