Cuando entramos en casa siempre le gano la posición en la segunda curva del angosto pasillo, es entonces cuando Beethoven da dos ladridos lastimeros que reverberan por las habitaciones. En el momento que llego al comedor, de un enérgico salto me instalo ocupando su sitio en el sofá sobre la mantita de felpa. Beethoven enfurruñado se aproxima y me ladra, en esta ocasión mostrándome sus afilados colmillos, pero yo adopto mi pose de gato escaldado estirando todo lo que me es posible las patas delanteras sacando las puntiagudas uñas e irguiendo la cola como el mástil de un catamarán y lanzo al aire un bufido psicofónico al mismo tiempo que enciendo la tea ambarina de mis pupilas. Beethoven se da la vuelta y se marcha amedrentado, a veces hasta me da pena mientras yo me siento vencedor en mi trono de cuero blanco.
j. mariano seral
Foto: Gabriel Guerrero Caroca
A la carrera
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