Labrador
Mi padre siempre se preocupó de que estudiase, no quería que fuese labrador como fue él. Siempre me recordaba la dureza de dicha profesión sometida al albedrío de la climatología. Tras su gran obstinación no me quedó otra alternativa que estudiar. A pesar de que yo llevaba el campo en mi corazón; en mi niñez tuve entre la yema de mis dedos la mies dorada, la oliva negra y bajo mis pies la tierra parda.
Hoy para escribir mis poemas, me tengo que sentar en el ribazo y respirar la fragancia a tierra recién sembrada.
j. mariano seral
Finalistas del VI concurso de Microrrelatos de Ateneo de Mainar
admin
4 octubre, 2018 Comentarios desactivados en Finalistas del VI concurso de Microrrelatos de Ateneo de Mainar