Acolchar el manto de tierra, como la mamá que arropa al niño cuando le da las buenas noches. El ajo con su cabeza bajo tierra, me mira a través del periscopio de clorofila, escucha a la azada que va y viene masticar con su lengua acerada y parlotear con su voz de hojalata, mientras zurea la paloma blanca y canturrea… Leer más »
Chirría quejumbroso el ceprén al alba blanca de una tibia mañana de junio, Isidro se remanga la camisa de tergal azul y tira con premura de la áspera percha, sumerge el pozal de hojalata en las aguas mansas de la balsa, que gorgotea como un buzo, el contrapeso de piedra arenisca como en un balancín hace palanca y eleva el… Leer más »
Paciente, sin más agujas que la luna de nieve, teje el rocío sobre las hebras de seda, como el orfebre la gargantilla diamantina para la distinguida dama. Florece el membrillero, mientras canturrean alegres los gorrioncillos entre el zarzal. Crece el ajo a cuál más tieso, como el tenor de La Traviata sobre el escenario del Teatro Real. La pileta del… Leer más »
“Cuando la tierra no tiene tempero escupe la reja”, narraba mi padre con voz pausada junto a la lumbre que crepitaba en las escarchadas noches invernales, que labró en su juventud con un brabán Ajuria tirado por la fuerza hercúlea de dos mulas pardas al pie de la Sierra. “Algunos años segábamos hasta bien entrado agosto, dábamos vueltas y vueltas… Leer más »
Cuando el sol declinaba bajo el fular de nubes acrisoladas y la luna risueña se atusaba en el espejo de la alberca tras la cortinilla de la espadaña, se escuchaba el alegre tintineo campanil de las esquilas del rebaño, que retornaba al redil por las angostas callejuelas, como si cada una de las notas procediese de una estrellita engarzada bajo… Leer más »
Podo los almendros de desmayo y marcona, que plantó mi padre hace ya más de cuatro décadas, cuando yo tan solo era un niño, algunos, los más longevos que se orillan en el ribazo y cuyas copas nudosas acarician la luna blanca por la noche, pertenecen a una generación anterior, a la de mi abuelo. Los más jóvenes, de ferrañes,… Leer más »
Mirar el trigal por el pórtico dovelado de pétalos bajo la embriagadora copa que rebosa fragancia a néctar. Canturrea la perdiz roja mimética entre el matorral espinoso, en lontananza el sonido campanil de las esquilas forjan las cuerdas del pentagrama sobre el yunque del cerro. josé mariano seral
Mastica la azada de labios acerados la tierra sazonada, doy acomodo al manzano niño, con sus raíces como hebras de barro tejerá un traje de pétalos con la aguja de primavera. j. mariano seral
Una mañana en el huerto Despojar a las cepas del abrazo de las gramíneas, la tijera de labios afilados cercena los sarmientos que como funambulistas avanzan por la sirga de alambre, la partitura de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi encienden el latido del campo. j. mariano seral. El copo escarchado y el pétalo de almendro se… Leer más »
El sarmiento contornea el marco del selfi, los pajarillos como corcheas sobre pentagrama intercalan su banda sonora, la semilla que se siente observada esboza su mejor sonrisa de clorofila, suena el clic de la cámara. j. mariano seral
El herrero de la naturaleza corva los colores sin más yunque que los rescoldos de la nieve escarchada, como mano de prestidigitador trueque de copos por pétalos de almendro. Rosas escarlatas unas se fueron y otras vendrán tras el aguijón de la espina. j. mariano seral
Hoy recito uno de mis poemas sobre el campo en el campo.
El sol de invierno doblega la huerta escarchada, como la mano del herrero el rígido hierro en la candente fragua. Trazo el surco rectilíneo con la ayuda del cordel, como verso en hoja de vitela. Coloco equidistante con la yema de mis dedos la frágil semilla en la hendidura, como el verbo en la oración que le da vida a… Leer más »
Se agolpan las hojitas secas del viejo membrillero en el ribazo, como oropeles tras el multitudinario desfile de carnaval. La campiña se desprende de su antifaz otoñal. Las gotitas de rocío centellean engarzadas en las gramíneas, como bailarinas de ballet en pose de óvalo sobre el escenario. Siento bajo mis pies la tierra mullida, su fragancia a huerta recién arada,… Leer más »
Cuando los labios escarchados de las nubes masticaban las cumbres de la Sierra Guara, llegamos al olivar, sus copas mecidas por la brisa nos saludan alegres con el envés de sus hojitas. Comienza el vareo, las olivas caen sobre las mallas como una lluvia de gotas elásticas que rebotan sobre la superficie de la laguna, respiro con añoranza la suave… Leer más »
-¡Arre! ¡Arre! – se desgañita Isidro limando con el eco de su áspera voz virutas de cielo azul. Mientras azuza a Guita, la mula, sus miradas centelleantes convergen en el aire anudando hebras de esfuerzo. Guita tira con furia, apenas logra arrastrar el estirazo sobre la rugosa tierra parda, cargado con una gravosa pila de roca arenisca para almacenar aceite,… Leer más »
Abre la reja el surco a la semilla como péndulo de reloj que cose la hora, late su corazón la raíz como cordón umbilical la une al vientre de la madre Tierra. Atesoro la fragancia del campo recién sembrado en la damajuana del recuerdo. j. mariano seral
Yace el ojo de la cerradura vigilante de la mies en el almiar. Gira la llave refunfuñona de metal forjado, en su dermis acerada el suave tacto del recuerdo de las vivencias de mi abuelo, respiro la suave fragancia a parva tras las jambas y el dintel de la retina, mientras mi abuelo trillaba la dorada garba en la era,… Leer más »
Vientre de barro oasis de desierto, en antaño saciaba la sed en casa del labrador. j. mariano seral
Deshoja el otoño la margarita: hoy cálido, mañana ventoso, pasado… Van cayendo los pétalos del calendario, mientras las cardelinas como bemoles en un pentagrama, interpretan la colorista partitura de un otoño camaleónico. j. mariano seral
Escuchar el silencio La buhardilla me sonríe con sus ojitos coquetos de claraboya, con voz de Leonard Cohen me susurra: – Toma siento en la silla de enea y comparte conmigo el mutismo de la soledad. Obsequiosa me ofrece en una bandeja de porcelana recuerdos de niñez de suave fragancia dulzona de membrillo. j. mariano seral
Déjame ser herrero en la fragua del sol y sobre el yunque del amanecer, forjar la silueta de la sombra de alambre y cuando todavía esté candente como los labios del Vesubio, que el Hombre de hojalata de Oz, con su regadora de zinc la bañe bajo el arco iris. j. mariano seral
Parecen meditabundas en el anfiteatro de las copas, como si recitasen poesía de la biblioteca de sus hojas mecidas por lira de la brisa. Bajo el caparazón dormita el árbol niño, contorsionado como si fuese el vientre materno, en los repliegues de abanico intelectual atesora el código: “de la vida continua”. j. mariano seral
A pesar del prematuro frío otoñal, la hormiguita no se amilana y sale al amanecer a recoger afanosa granito a granito el trigo que al labrador se le ha desperdigado, como si fuesen las espigadoras de antaño. Levantan sus antenitas cuando las observo, están alegres, hoy han tenido suerte. Sin railes, sin cordeles, desciende por la hendidura excavada en el… Leer más »
El rastrojo endurecido por el abrazo del sol estival que le negó un buche de la cantimplora, tornándose en dehesa de grillos, recibe con alborzo la lluvia de otoño tamizada por la hoja caduca ya amarilla, que ablanda el corazón del campo dejándolo sazonado. La reja acerada envalentonada entra en el rectilíneo surco ya dócil. El viejo brabán Ajuria desde… Leer más »