A la carrera

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Imagen fuente: elbicnaranja.wordpress com

Los sábados por la tarde, Caspian, después de ver alguna película de John Wayne, su actor favorito, se enfunda su traje de cuero cobrizo de vaquero, y en el centro del salón ondeaba su soga de esparto, como si fuese la órbita elíptica de la luna, era en ese preciso instante cuando daba comienzo la carrera “perro gatuna”. Israel, el gato, y Beethoven, el perro, iniciaban una frenética competición, como si fuese la Fórmula 1. Israel le ganaba la posición a Beethoven en la curva del baño y entraba antes en la habitación de Caspian. Se escondía bajo la penumbra de la cama usurpándole el sitio a Beethoven, al cual lo recibía con un bufido, que resonaba como el gruñido de una bruja por la chimenea sin deshollinar, sugiriéndole que se buscase la vida y que se refugiase bajo otro mueble.
Cuando ya escuchaban el rítmico tintineo metálico del cascabeleo de las espuelas de Caspian, sonaba el timbre que atronaba como la melodía de un xilófono. Tras la puerta principal de cerezo se oía la voz meliflua de Mara, su vecinita, que le llamaba para ir a jugar a la casita del nogal en el jardín.
–    ¡Bien! ¡Salvados por el timbre! – Exclamaban Israel y Beethoven.
j. mariano sera